martes, 21 de octubre de 2008

'Postales de invierno' - Ann Beattie






Poco antes de que fuera invitado a salir de los EEUU, John Lennon declaró: "los sesenta nos dieron la visión de la posibilidad de una respuesta, sólo una visión". Pero que el flower power no había funcionado ya lo sabía la clase media americana, como retrata la escritora estadounidense Ann Beattie (1947) en esta maravillosa novela.

Es tiempo de desencanto, de nieve y de frío cuando conocemos a Charles, desesperado por recuperar a Laura; su hermana, Susan, que aún no ha traspasado la línea de sombra; su fiel amigo Sam, que se encuentra entre el paro y la abulia; su madre loca y su excéntrico padrastro , Pete, acompañados todos de la música de Dylan, Donovan y muchos otros; alguna cosa tienen que sirve a los personajes para explicarse a sí mismos.

Entre la belleza y la tristeza, en la línea de Cheever, Fante y Faulkner, es en este narrar el hilo del tiempo de Beattie donde aparece incipiente el espíritu lo-fi del cine, la literatura y el cómic underground posteriores. Diálogos rápidos, comidas precocinadas y deriva constante atraviesan el día a día de unos jóvenes, los de los 70, que ya no bailan pero que tienen que tirar adelante: "Get It while You Can”, canta Janis Joplin al final.




El Hurdy Gurdy Man de Donovan es el único que se atreve a cantar al amor de los sesenta:




Mientras que Bob Dylan, en el 1976 (el mismo año en que sale la novela!), canta que los tiempos, en el fondo, nunca han cambiado:




viernes, 17 de octubre de 2008

La pasión por el absurdo



"Vivo porque las montañas no saber reír ni las lombrices cantar" E.M. Cioran

jueves, 9 de octubre de 2008

Una habitación y media


Menos que uno (1984; Siruela, 2006) es la autobiografía intelectual de Joseph Brodsky, que finaliza con el famoso texto titulado Una habitación y media. En este espacio pasó Brodsky la infancia con sus padres. La habitación es la familia, Leningrado, toda Rusia y el mundo. La media es el espacio donde el escritor construye su identidad.

Brodsky tuvo que huir de las persecuciones stalinistas y exilió a Estados Unidos. Después de doce años de intentos frustrados por reunirse, los padres mueren. Y quien les tapa los ojos en la hora de la muerte no es el hijo sinó el implacable estado.

En Una habitación y media el escritor disecciona hasta dónde pueden llegar memoria y olvido, siempre entrelazados, mientras se enfrenta al olvido de los rostros y al recuerdo de los hechos más terribles.

“Supongo que, si hubiera estado cerca de mis padres durante los doce últimos años, si hubiese estado cerca de ellos cuando estaban muriéndose, el contraste entre la noche y el día o entre una calle de una ciudad rusa y un camino rural americano habría sido menos marcado; la arremetida de mi memoria habría cedido ante la del pensamiento utópico. El propio desgaste habría embotado los sentidos lo suficiente para ver la tragedia como natural y dejarla atrás de forma natural. Sin embargo, pocas opciones hay más fútiles que la de sopesar las opciones propias retrospectivamente; asimismo, lo bueno de una tragedia artificial es que nos hace prestar atención al artífice. Los pobres suelen utilizarlo todo. Yo utilizo mi sensación de culpa”.

Una habitación y media es uno de los relatos más impresionantes que jamás he leído. Supongo que todos nos quedamos encerrados en ese espacio, allí, gravitando, recordando cada día que la cosa se acaba. “Tal vez cuando más recordamos más cerca estemos de la muerte” (Brodsky).

jueves, 2 de octubre de 2008

Autobiografía de instantes*

El último libro publicado de Vila-Matas, Dietario voluble, se abre con banda sonora. Un solo tema, por más que luego hable de otros grupos, suena hasta la última línea; una canción que duele por la belleza y la ternura que contiene: el Be My Baby de las Ronettes. A partir de ahí, el libro arranca con forma de “dietario voluble” y con un Vila-Matas más “paseante casual” que nunca, a través de una miscelánea que recoge algunos de los artículos publicados en El País o notas inéditas de su diario personal -durante el 2006, el 2007 y parte del 2008- dando vida a un imaginario que tiene como capital París -aunque ojalá fuera Nueva York, dice- y como habitantes a Duchamp, Walser, Perec, Monterroso, Benjamin, Barthes, Michon, Artaud; y a Bolaño, Sophie Calle, Duras, Magris, Pitol... Y por encima de todos ellos está Kafka con sus diarios, reducto ejemplar de literatura, vida e ironía.

En los artículos, la mitología vilamatiana se mezcla con una crítica que habla desde un pesimismo irrevocable de la Barcelona de ahora, la que está ahogando a sus habitantes. Desde ahí, des del malestar, la voz más triste de Vila-Matas sale para intentar definir una situación terrible que ya ha tocado su fin. En este papel de frustración sin salida, la narración cohesionada de Dietario voluble teje un correlato que se mueve entre la memoria -con la añoranza, tristeza e imposibilidad ímplícitas- y la escritura -con las mismas características-. A lo que el autor se acerca con un estilo poético tan evocador que, como la canción, causa dolor de la belleza y la ternura que contiene. La escritura de Vila-Matas se mueve entre la sencillez y la medida justa de tintes poéticos, pero la verdadera fuerza está en el potente contenido: en el delirio que atraviesa tanto Historia abreviada de la literatura portátil como Suicidios ejemplares, y que llega hasta la trilogía metaliteraria -la catedral de su obra- de Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento. En esta línea, Dietario voluble no se puede entender sin la obra precedente y, en particular, con una mirada sesgada al dietario de sus años de juventud: París no se acaba nunca.

La invención del narrador, falsa o verdadera -qué más da-, de crear un escritor para liberarse de todas las ataduras del arte es un juego que acompaña a la voz de Vila-Matas, que se deja la piel en el diario. En este sentido, Dietario voluble nos acerca más aún al tuétano de su obra.

En la portada el autor nos da la espalda y en la solapa aparece con gafas oscuras y con el cuello del abrigo subido. El dandy es moderno, y Vila-Matas también, en el marco de la modernidad que Rimbaud pedía a gritos. Dentro de su escritura tipo blog no hay experimentos afterpop, sino que es un moderno de verdad que cita palabras de Gracq: “Uno se cansa de escribir bien”.

La lectura de Dietario voluble invita al lector a correr para dejarle después colgando en uno de los más atractivos abismos de la literatura de hoy. Algo parecido, como Vila-Matas comenta, al teatro de Okhajoma que deja inacabada la América de Kafka, donde después del escenario se precipita el vacío infinito. Es el espacio infinito de la literatura del que habló Maurice Blanchot o Edmond Jabès; es, en definitiva, la música callada después de una gran fiesta.

Como en las Ronettes, después del torbellino, queda el silencio. Un silencio irresistible.




*Título de unos de los libros proyecto no realizado del escritor y científico alemán Georg Cristoph Lichtenberg.