sábado, 14 de agosto de 2010

El erizo y la zorra

Hará cosa de cinco años leí un libro que me hizo separar el mundo en dos: La zorra y el erizo, un ensayo sobre Tolstoi de sir Isaiah Berlin. En él, el autor divide a los escritores en zorros, aquellos que por la digresión de temas que tratan son imposibles de clasificar, y en erizos, aquellos cuya obra (vida y obra) está construída alrededor de un centro neurálgico que lo engloba todo. Como ejemplo de zorra, creo recordar que nombra a Henry James; como erizos, a Dostoyevski y a Kafka. A Tolstoi, dice sir Isaiah, no sabe dónde meterlo.

Esta idea dio para mucho. Durante mi etapa en La Central, con Abel y Esdres nos dio por separar a los escritores en musculosos y arteriales. Todavía no entiendo muy bien cómo iba el tema -cosas de intuición- pero digamos que los musculosos eran aquellos que hablaban desde las entrañas y los arteriales, desde la piel. En el fondo, la separación la marcaba Esdres: los que le gustaban, musculosos; los que no, arteriales. Gombrowicz, Pla, Céline: musculosos. Bolaño, Fante, Vila-Matas, arteriales. Y así fuimos separando también a la gente: Esdres y Elia, los musculosos; Abel y yo, los arteriales que siempre quisieron ser musculosos. A Marina, que por aquel entonces estaba en Polonia, no supimos, como a Tolstoi, donde meterla. Y se trata de la Esfinge, porque es la única persona que conozco que ha leído la tetralogía de Durrell.

Vuelvo a sir Isahiah y ya no entiendo de clasificaciones. Porque por mucho que busque, todos los escritores me acaban pareciendo erizos y acabo reduciéndolo todo a una verdad. Estereotipando que es gerundio.
Pero la función del crítico (pobre persona) no es ir a buscar la verdad que transmite la obra, sino sacar cuantas más líneas, cuantos más puntos puestos en diálogo, mejor.
supongo que ésta es también la función -si se le puede decir función- de la escritura: desmontar el significado únio y lanzarlo a los márgenes, como un foco de irradiaciones interminables que escapan del dentro para ir al afuera.

"No le ocurre, pues, otra cosa a la escritura, si algo le ocurre, que tocar" (Jean-Luc Nancy)

Donde tocar no se entiende como capturar. Para eso, ya tenemos al Babelia. En el de hoy, José Ángel Mañas ha firmado un artículo titulado "Apostasía" en el que cuenta que ha terminado (¡a buenas horas!) de leer la Historia de la fealdad de Umberto Eco, con la que por fin ha hecho evidente una idea que le perseguía desde hacía tiempo: "que se puede considerar al conjunto del arte contemporáneo, con muy pocas excepciones, como una apología de la fealdad". Y que la belleza se quedó en el arte clásico. Tooooma Micky.

Todo esto me lo tomo a risa, porque un día decidí tomármelo casi todo a risa, pero señor Mañas, ¿cómo puede generalizar sobre el concepto de belleza en pleno 2010?

El tocar de la escritura no sería capturar, sino tocar el modo de dirigirse a, hasta el infinito y más allá, de lo real.

Bellos o feos, musculosos o arteriales, erizos o zorras, clásicos o populares, escritores o nocilleros... Dicen por ahí que sin clasificaciones nos volveríamos locos... ¡pues a VOLATILIZARLO todo!

Puesto que el mundo en el cual yo nazco no es un mundo de A o B, sino el mío o el suyo de los otros. El mundo manga por hombro, patas arriba, de aquí y ahora. Hic et nunc. ¡BUM!

"La resta, faramalla"



Para Esdres y sus mosqueteros... Domenico Modugno!

miércoles, 4 de agosto de 2010

Tramontanismo

En El geni del país i altres proses, Josep Pla da una de las razones del carácter salvaje de los empordanesos. La locura viene por ser tierra de dos vientos, de manera que los que allí viven son los conejillos de Indias de la lucha entre la tramontana, que viene de Europa, y el ábrego -o garbí-, que procede de África (cosa curiosa, porque justo esta mañana mi madre me ha soltado muy a la brava que en Sudáfrica están más avanzados que en Port de la Selva...).
De esta ventada alternativa y extracontinental dice Pla que provienen la mobilidad de sentimientos y los cambios de humor que los empordanesos hacen tan visibles. "La cosa que ens espanta més és el tedi, l'estabilització de l'avorriment"; así que contra el tedio están dispuestos a cualquier sacrificio.

Ayer llegué a un Port de tramontanazo insufrible. Como los pescadores no pueden salir al mar, se pasan el día en el Cafè del Pòsit poniéndose hasta arriba, claro. Para distraerse, esta noche pasada cogieron la prótesis de pierna de uno de ellos, la llenaron de cava y se la pasaron de mano en mano cual caliz. Todavía no sé que celebraban, pero el que reía más era el tuerto.
También vi como los hermanos Rubiés entraban un poste de teléfonos por el pasillo de su casa para quemarlo en la chimenea. Delante, sin mirárselo, estaban los abuelos del pueblo -sentados al árbol del Si no fos..., como lo llamó Foix-, que hablaban del chico extranjero que por la mañana casi se había ahogado en la playa.

Todo esto, en un día, que aquí cuando el viento sopla, sopla que se las trae.

Sin ir más lejos, mis padres siempre me contaban cómo siendo yo pequeña y cogiéndome cada uno de la mano, hubo una tarde que bufó tanto que los pies se me despegaron del suelo y me quedé en posición horizontal. Ver para creer. Pero es que aquí puede pasar cualquier cosa, y lo digo tan tranquila desde la biblioteca del pueblo, en la que estamos a -3º y donde la sección de autoayuda es mayor que todas las narrativas juntas, pero más pequeña que la de teatro.

Supongo que otra de las razones a toda esta locura es el paisaje, que de tan bonito, asusta. O dicho a la manera planiana, desfà els sentits. Cuando veo un paisaje de verdad me suelen ocurrir dos cosas: o bien paso, o bien lo articulizo.
Así que mañana iré a la ermita de Sant Sebastià para comprobarlo. Fue allí donde Pla tuvo una de sus miles -y rarísimas- inspiraciones, quizás la más importante. Ahí va:

"Em veig a setze o disset anys, a l'època que hi hagué tanta grip i la Universitat hagué de tancar. Vaig passar tota la tardor i part de l'hivern a Palafrugell. Havent dinat sortia a passejar. Solia pujar a Sant Sebastià. Va ésser en el curs d'aquestes passejades que em sortí a fora la miserable vocació que tinc d'escriptor. Era molt jove, i totes les pròpies formes mentals eren d'adolescent. Tenia una tendència al somni, a la meravella, als estats d'embadaliment. El vol d'un ocell em feia quedar parat. La contemplació d'uns conreus amb oliveres podria abstreure'm fins a fer-me sentir l'esponjament dels pulmons en respirar i el martellet fantàstic i angoixant del cor. Altres vegades anava a seure, solitari, davant de la mar i mig tancava els ulls pensant en la seva eternitat. Era una cara a mig formar, amb el borrissol del pèl moixí, que anava errant.
No era pas que veiés nimfes darrera dels arbres. De nimfa, no n'he vista mai cap. Era que descobria el món exterior. [...] Un dia, sense saber com, em vaig trobar amb un llapis i un quadern a la mà. Vaig començar a posar adjectius darrera de cada pineda, de cada camp, de cada tros de mar. Vaig tractar d'escriure els sentiments que em produïa la visió de la terra diversa i de la blava mar escampada. Cada vegada que començava aquests exercicis estava dominat per una efusió ideal. No m'enamoraré mai tant de cap deessa, ni de cap melodia, com em vaig enamorar d'aquelles coses. Encegat, vaig arribar a suposar que serien de possessió fàcil. Pobre de mi! De vegades, a mig escriure la primera ratlla, ja esquinçava el paper. Ho tornava a provar... Hi tornava encara. El neguit de la temptativa, una successió d'estats de joia aparent i de desesperançament real, m'emplenava les tardes. Era que ja estava tocat per la fal·lera pueril i ridícula d'aquest ofici amarg.
No sé pas si podré veure mai més aquest paisatge amb la puresa d'aquells anys passats. Quan s'ha escrit durant anys, dia per dia, el plec professional és massa fort. Hom ha de fer un esforç terrible per no veure el món en forma d'articles. Però encara sento la vivor d'aquest paisatge. [...] ¿Qui podria resistir seriosament la contemplació de la mar de Sant Sebastià? És un paratge d'unes mides diferents de les dels homes, inhumà".

Josep Pla, El geni del país i altres proses, 1969.