lunes, 18 de febrero de 2013

Por los soles compartidos


A mi abuela

“ – Habrá momentos apasionantes y habrá días grises, tediosos. Tendrás amigos, unos de verdad y otros falsos. Tendrás todo tipo de enemigos, es inevitable. No se te va a perdonar nada, no lo esperes. Esta sociedad es así, agitada todavía por provincianismos, rencores sociales, arcaísmos. Pero el día en que en tu primer viaje oficial veas a un jefe de la Guardia Civil cuadrarse ante Federico Sánchez, te darás cuenta de lo que ha cambiado este país, sabrás lo que significa tu presencia en el Gobierno…”
Felipe González a Jorge Semprún, semanas antes de que éste fuera nombrado ministro de Cultura (Federico Sánchez se despide de ustedes)

Y el país cambió contigo sin cambiar tú.

Cuando eras pequeña, tu madre os preguntó a los tres qué queríais ser. Tu hermana la Rubia contestó costurera, tú, bordadora, y tu hermano el pequeño gritó: “¡Yo, carpintero!”. Así fue. Porque eres de las que dices las cosas y éstas ocurren. No hay susurro, no hay rumor. Hay. Autosuficiencia, sin treguas para la acción.

Siete años siete cuando la guerra. Ves cómo se llevan en grupo a los trabajadores del tren. Cada turno hacia la noche de los tiempos. Si hubiera sido al turno siguiente… Unas horas, unas horas tan sólo y estaríamos aquí de otra manera, más fácil, menos amarga.

A tu padre lo fusilaron; tu tío se salvó. Y ahí comenzó tu viaje hacia la responsabilidad.

Producir para vivir (tú, allí) y no vivir para consumir (yo, aquí).
Manos fuertes que lo dejan todo en su sitio, magníficamente colocado, y manos temblorosas que no saben qué tocar.

¿Cómo pueden hablar dos mujeres de dos épocas?

Si pudiéramos hablar de tú a tú, sin el miedo de por medio.
Si pudieras explicarme lo que significó el socialismo en España.
Si pudiera compensar lo que sufriste.
Me dueles por todos los lados.

Sí. Al comprender que es cuestión de intentar comprender, dos mujeres continúan hablando sin fin.

¿Me oyes? Te escucho.