lunes, 31 de diciembre de 2012

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De entre las numerosas historias ligadas a la idea de tabula rasa, Agamben nos narra la imagen de Aristóteles, sentado y apoyando la cabeza sobre su mano, delante de una tablilla que no es ni de papel ni de lienzo sino de cera y en la que va clavando ciertas letras con un punzón afilado. Magistralmente, cada tanto las letras se borran, y vuelta a empezar. El segundo filósofo griego subraya borrando, incesantemente, lo que el primer filósofo, Platón, dejó inscrito.
De esta imagen, Agamben desliga una teoría a la que denomina “la potencia del pensamiento”. Si nuestro pensamiento es lenguaje y nos decimos a través del nombrar, también nos constituimos en el deshacer de lo nombrado. Pero…

aquí nombro, bajo firma, y no dejo de colocar imágenes que me recuerdan sólo a mí.

Camino sin salida, el del narcisismo. ¿Cómo atreverme con el deshacer desde este acto?
2012 se abrió con Agamben y se difumina con muchas preguntas y media dioptría más en el ojo izquierdo. Esto me recuerda también a la imagen del paraguas de D.H. Lawrence: algunos se atreven a rasgarlo para observar el caos que hay allí afuera, otros nos empeñamos en no dejarnos mirar por la rasgadura. 

Ojo normal (el primero) y ojo miope (el segundo)

2012 se cierra sin embargo con dos experiencias tardías que me han constituido y borrado a la vez: la lectura de la revista Pipa, con el interesante artículo "¡Yo objeto!" de Maite Garbayo Maeztu, y la exposición Episodis crítics en el Macba, con el maravilloso ensayo visual Déconnage, de Angela Melitopoulos y Maurizio Lazzarato, sobre el doctor Francesc Tosquelles. Ambos me han recordado que la escritura se quiebra al ser leída y que todo acto es un acto de interpretación infinito, dejando el reflejo narcisista hecho trizas.

Como explica Beatriz Sarlo, la lectura es un aprendizaje de costumbre, sobre todo de costumbres que contradicen la autoridad. Tomando como ejemplo la novela Clarissa de Samuel Richardson, y ante la pregunta incriminatoria de la madre a la protagonista, ésta responde: “yo no sabía qué decir; o más bien cómo expresar lo que tenía que decir”. ¿Cómo expresarse con lo que todavía no ha encontrado su palabra?

 Encontrarla me enfrenta a la siguiente pregunta. Incertidumbre, abismo al que me aboco, pero también, como me han vuelto a recordar, suspense en la disidencia de la crítica a no ser de tal modo.

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