lunes, 26 de abril de 2010

Memento illam vixisse o el Barthes que más me gusta

Hoy, 26 de marzo, y no de abril, memento illam vixisse ('Acuérdate de aquella que ha vivido').



Roland Barthes (12 de noviembre de 1915 - 26 de marzo de 1980)

"Como decía Roland Barthes, ni te cases ni te embarques", dice la canción que cierra el vídeo La Confimación de Bestué/Vives**. Et voilà la ironía barthesiana: el autor francés que más escapó de la arrogancia de los mitos, de esos estancamientos de la Doxa -¡terror!- y de la opinión pública en general ha acabado siendo, desde los ochenta, el más citado en cualquier escena cool literaria o artística habida y por haber.


"RB: best-seller de la teoría literaria" (A.R.)



En el vídeo de Bestué/Vives, mientras se oye lo de "ni te cases ni te embarques", aparece llenando la pantalla una cara de Barthes formada de frutas. Et voilà la cara del mosquetero de las estructuras de la primera parte de los sixtie's, justo antes de darle una patada a los binomios y los paragramas, de dejar la obra literaria para pasar a hablar de escritura, de cargarse al autor -textual, se entiende- y de hacerse el harakiri literario en ese libro maravilloso titulado Roland Barthes par Roland Barthes en el que todo gira entorno a una pieza que no existe: el yo.

"Si yo fuera escritor, y estuviera muerto, me gustaría mucho que mi vida se redujera, gracias a los cuidados de un biógrafo amistoso y desenvuelto, a algunos detalles, algunos gustos, algunas inflexiones, digamos: 'biografemas' cuya distinción y movilidad pudieran viajar más allá de cualquier destino y llegar a tocar, a la manera de átomos epicúreos, algún cuerpo futuro, prometido a la misma dispersión." (RBxRB)

Desde los setenta, Barthes trabajó duro para no casarse con nadie. Después de dejar claro que ni él mismo existía, un Barthes ya libre -pero siempre triste- hizo y deshizo lo que se le antojó sobre el placer, el amor, la comida, los habanos, el cine y la época de la que en gran medida fue víctima también. ¿Cómo escribir(se) y no estancarse en el discurso? La escritura fue la primera salida a todo ello. La segunda, el cuerpo. Y la tercera, la que lo llevaría al más allá de sí mismo y de todo discurso: la memoria del ser ausente.


Memento illam vixisse o la mère que más me gusta recordar

El 25 de octubre de 1977 muere Henriette Barthes, su madre, aquélla a la que hay que recordar. Hecho traumático e insoslayable que cruza la última etapa -ya literaria- del autor que no creía en el autor y que conduce a un nuevo Roland, tras una larga vida neutra -sin histeria- de artículos y repeticiones a dejar de esconder su yo, no sólo en el armario.

Tres años antes de su muerte -de la que hoy se cumplen treinta años- Barthes se embarca en algo demasiado grande como para controlarlo: el enfrentarse a sí mismo tras la ausencia de su madre. En dos libros: La cámara lúcida y Diario de duelo.

Porque en temas de muerte hay cosas que se escapan:

"Todo el mundo conjetura -así lo siento- el grado de intensidad de un duelo. Pero es imposible (signos irrisorios, contradictorios) medir hasta qué punto alguien ha sido alcanzado".

"Las palabras (simples) de la Muerte:
- '¡Es imposible!'
- '¿Por qué, por qué?'
- 'Para siempre'
etc."
(Diario de duelo)

Muerte y amor, asignificativos. Irreprimibles. Como el grano de la voz de la que ya no está que Barthes encuentra hojeando en viejos documentos de su madre, en la Foto del Jardín de Invierno, en la que aparece Henriette cuando era niña.

"Aquellas fotografías, que la fenomenología llamaría objetos 'cualesquiera', eran tan sólo analógicos, suscitaban tan solo su identidad, no su verdad; pero la Fotografía del Jardín de Invierno, en cambio, era bien esencial, cumplía para mí, utópicamente, la ciencia imposible del ser único. (La cámara lúcida)

Grano, punctum, pinchazo, herida causada por la presencia de la ausencia de la que ya no está que lanza a Barthes hacia una escritura tapizada de piel, en la que se puede "escuchar la textura de la garganta, (...) toda una estereofonía de la carne profunda", en la que se siente la pulpa de los labios de alguien irreductible en tanto que único. La cámara lúcida, más que ensayo de fotografía, es texto que chirría, grana, acaricia y luego raspa.

Para Barthes, recordar a alguien era lo mismo que olvidarlo. Y para ello sólo hubiera bastado con decir el nombre único de su madre. Pero la carne se echa cuando se volatiliza al que ya no está, como hizo Derrida en Las muertes de Roland Barthes, título que (lo) ininterrumpe, eternizante, y que dispersa su ausencia, pluralizándola. Inacabamiento llevado hasta un final sin fin, pese a que algunos busquen los finales sin tregua.

A los 65 años, poco antes de ser atropellado por una furgoneta de lavandería, B quiso cambiar, "dar un contenido al sacudón" del medio de su vida. Una vita nuova con satori (vacío mental) para poder ya libre dejar(se) la piel en la escritura, sin marcas ajenas, con huellas internas.

Trazando esas huellas algo de la mano del escritor, decía Sollers, se queda sobre el papel. Y en La cámara lúcida, en el Barthes que más me gusta, el cuerpo de B y el cuerpo de H aparecen surcados, pero fugaces. Imposible agarrarlos.

Como en la Foto del Jardín de Invierno. Cuando la miro, Barthes y su madre sonríen, para siempre. Como el punctum, como ese pinchazo que experimentaba Barthes al mirarla, ahora las palabras de Barthes -Bard, Bárt, Bártes, Bartè, Bartezzz...- se convierten en aquellos pequeños biografemas que parecen llegarme, alcanzarme, herirme sólo a mí.

"¿Por qué tendría deseos de la mínima posteridad, de la mínima huella, puesto que los seres que más he amado, que más amo, no la dejaron, ni yo ni algunos sobrevivientes pasados?"





** Este viernes 30 de abril estos dos bestias inauguran en Estrany de la Mota el proyecto "Sabadell".

3 comentarios:

  1. és preciós... realment no en tinc ni idea de sol·lipsismes barthesians, però aquest amor per la mare i aquestes últimes paraules m'han omplert el cor. aix, és que me l'hauré de llegir d'una punyatera vegada, eh... gràcies per fer-me'n venir ganes!

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  2. Llagrimeta, Ester. Si hasta parece una síntesis de tu prensente...

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