Hubiera dado una mano para que Joseph Brodsky fuera mi tutor. Ni mi padre, ni mi profesor. Mi tutor.
Hoy, mientras hojeaba Del dolor y la razón (1995; en castellano en Siruela, 2000), me he dicho que hubiera dado una mano por ello. He dejado el libro a medias, allí, en un infinito flotante, con varios de sus textos por leer. Hay que tragarlos poco a poco, sin abusar, porque el aprendizaje de Brodsky es tan y tal bello que puede hacer daño.
La obra de Brodsky (Leningrado, 1940 – París, 1965; premio Nobel de Literatura en 1987) es demasiado poco conocida. Destacan su poesía y su aparato crítico, en muchas ocasiones de engranaje autobiográfico. En su texto Una habitación y media relaciona lo que fue su infancia compartiendo el espacio de una habitación (y poco más) con sus padres, con la situación del extranjero que se mira con dolor y pérdida el régimen soviético.
Pero ha sido con Del dolor y la razón, libro que recoge sus últimos artículos, que he encontrado algo que se mueve entre la belleza y el consejo. Brodsky nos habla para poder huir del aburrimiento, nos hace un canon de lecturas (¡en tan sólo una página!) o hasta es capaz de hablarnos de cómo sopesar el dolor. Y todo esto desde lo bueno y lo bello. En el artículo Elogio al aburrimiento, Brodsky, después de intentar dilucidar qué es el hastío, que no deja de ser repetición, nos dice que el truco es saber ser conscientes del momento de aburrimiento para aprovecharlo. Que el aburrimiento es el momento que irrumpe en el tiempo para decirle que se detenga, cuando llega la rutina en la que por un momento se para todo y aparece uno de los yos que es todos los yos. Brodsky viene a decir, más o menos, que aprovechemos esto para saber un poco más de qué estamos hechos. Que aprovechemos esos instantes para saber a qué tren subimos y qué dejamos atrás. Porque, nos pregunta, ¿qué le pasa a la mesa cuando se la limpia? Pues que el polvo habla:
“Recuérdame”
susurra el polvo.
(Peter Huchel)
Y luego nos aconseja que no miremos la tele, que lo de cambiar de canal con el mando es demasiado reiterativo y, por tanto, aburrido. Y que, esto es lo mejor –todo se ha tratado de una conferencia que ha hecho para sus alumnos el día de graduación: cuando les dice que lo que les viene por delante va a llevar tanto el bien como el mal, más mal que bien, más obstáculos que camino fácil. Y que intenten pararse en los momentos repetidos para que estos les hablen.
Al principio del libro, Brodsky explica el alto precio que tuvieron que pagar él y muchos de los rusos que sintieron que algo se les movía dentro al oír cantar a Ella Fitzgerald, cuando se dieron cuenta que algo de ellos formaba parte de Occidente, y no de Oriente. Lo que pagaran fue el resto de sus vidas. “Que no es poco, admitámoslo. Pagar un precio más bajo hubiera sido prostitución”.
Yo por tener a Brodsky como tutor hubiera dado una mano.
Ei Ester, està molt bé el comentari! Fas ganes de llegir més Brodski. Continua així companya!
ResponderEliminarY NO IMPORTA QUE UN VACÍO EMPIECE A ABRIRSE...
ResponderEliminarposa els pels de punta,e?
fot-li gardela