En su última novela, Jonathan Lethem indaga en el día a día de un grupo de indie-rock de Los Angeles que no consigue encontrar nombre. Lucinda, Mathew, Carl, Denise y Bedwin son los integrantes. Cuatro jóvenes mal alimentados que van tirando gracias al alcohol, a mucho tabaco y a un poco de droga. Por lo demás, nada más. La novela no dice; pero sí expone.
El grupo se hace famoso del día a la mañana gracias a unas frases inconexas bien colocadas en un tema que fueron robadas. La relación que mantienen con el círculo artístico de Los Angeles, con el personaje de Falmouth como epicentro –una especie de Truman Capote del arte pasado por agua– les trae una fama y un éxito bastante sospechosos, pero también les causa los primeros problemas; los que rebisan de superficialidad, falsedad, insubstancialidad y arbitrariedad. Y detrás, nada.
La novela de Lethem nos coloca en un bucle: leemos en ella lo que vivimos cada día. Nada nuevo. Decepcionante, de hecho, viniendo de su nombre (premio nacional de la crítica, y etc., etc.). Y más decepcionante todavía a nivel editorial internacional. Me pregunto cuándo Anagrama y Mondadori van a dejar de publicar esta literatura juvenil. Pero sobre todo, y ahí meto bien la pata, cuándo la vamos a dejar de comprar.
Sí, Lethem se ríe de todo esto. Como ejemplo, ahí van algunos títulos de canciones del grupo protagonista: “Infierno de edificios”, “Ojos monstruosos”, “Ciudadano de mierda” o “Un canario en la Coca-cola”. Pero el resultado, y la alegre simpleza con la que acaba la novela, colocan Todavía no me quieres en la mediocridad más gastada de las mesas de novedades. Un más de lo mismo que nos hace olvidar el lugar de la fantasía de la literatura.
Aún así, destaco la portada: es la más llamativa y golosa que he visto nunca.
“- Eso es muy superficial, Lucinda.
- No se puede ser profundo sin superficie”.
Así te quiero ver yo, con la guitarra y una buena minifalda
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