En el título original, Āgape Agape, el primer término se refiere a la comida en común que los cristianos solían celebrar y el segundo significa ‘pasmado’; en conjunto, que la vida pasada del amor incondicional se ha desquebrajado y lo que ahora importa es el cuánto se paga.
William Gaddis (1922-1998), un autor imprescindible que ha permanecido en los márgenes de la literatura americana precisamente porque siempre trabajó desde esos márgenes, comenzó escribiendo un tractat sobre la historia de la pianola que se acabó convirtiendo en el monólogo de un moribundo. Con ello consiguió tres cosas: una, trabajar el fluir de la conciencia como lo hizo Joyce; dos, experimentar la entropía que más tarde abanderaría la generación de Pynchon; y tres –y fundamental–, la libertad total de hablar sin pelos en la lengua. El resultado es un protagonista que vomita 70 páginas de quejas, arrebatos y comentarios a Platón, Nietzsche, Freud, Tolstoi, Glenn Gould y muchos más para dinamitar el falso negocio cultural y, de paso, tirar unos cuantos cubos de merde al rebaño.
Gaddis atacó el mercado del arte desde su primera novela, Los reconocimientos. En la siguiente, JR, un personaje trabaja en un tal Āgape Agape, publicado póstumo en 2002. Medio siglo antes, Isaiah Berlin había dividido a los escritores en zorros y erizos. “Mientras que el zorro conoce de muchas estrategias, el erizo sabe de una sola y grande. Gaddis, erizo, manipuló el lenguaje con un único objetivo: hacer temblar, ni que fuera solo un poco, el orden establecido.
(Reseña publicada en Go Mag)
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