Attention, est-ce que
tu triches?
Non, madame. Il est
lisible?
Mais oui!
Puisque je voulais
seulement le savoir, j’ai demandé à mon copain.
C’est très joliment
lisible!
28 o 28.000 mil, qué más da. Tampoco es un problema el cómo
estén dispuestas las letras; es igual también si leemos a la inversa o en el
espejo. Tan sólo, cuenta Roger Chartier, tienen que estar orientadas en una
línea. Y la línea no es otra cosa que la sucesión cronológica. La línea, desde
su comienzo hasta su fin, encadena los elementos, de la misma manera que la
palabra se encadena en sus momentos sucesivos. Es la línea la que tiene que
marcarnos dónde comienza –y todo comenzó en un desvío…–. Las letras vecinas
explicitan luego la orientación. Lo demás es tiempo. Leemos el tiempo.
El lunes una chica portuguesa me explicaba que su abuela no
sabe leer las letras, pero sí los números. La abuela tiene móvil y, para que
pueda llamar, sus nietos le han ido dibujando un distintivo al lado de cada
teléfono.
6615108XX:
Todo texto impone un orden, una postura, una actitud de
lectura. Sin embargo, dice Chartier, a leer se aprende. Aprender una lengua es
cuestión de repetición. Pero la escritura alfabética sólo se ha inventado una
vez en la historia de la humanidad y necesita ser enseñada y, esta vez, el solo
contacto con lo escrito no basta.
« — Clitandre: Tu es curieux,
Lubin.
—
Oui. Si j’avais étudié, j’aurais été songer des
choses où on n’a jamais songé.
—
Clitandre: Je le crois. Tu as la mine d’avoir
l’esprit subtil et pénétrant.
—
Lubin: Cela est vrai. Tenez, j’explique du
latin, quoique jamais je ne l’aie appris, et voyant l’autre jour écrit sur une
grande porte collegium, je devinai
que cela voulait dire collage.
— Clitandre: Cela est admirable! Tu sais donc
lire, Lubin?
— Lubin: Oui, je sais lire la lettre moulée, mais
je n’ai jamais su apprendre lire l’écriture.»
(Molière, George Dandin, 1668)
Lettre moulée: de imprenta --> Los
vacíos no se llenan
L’écriture: a mano --> Los vacíos no se llenan
Según Chartier, la lectura no está en el reconocimiento de
las grafías como formas espaciales, sino en la correspondencia entre la secuencia
gráfica y la secuencia hablada. Es decir, en poder separar las letras, las
sílabas, las palabras, las frases, las páginas, los libros y así ad eternum. Y como al pobre Lubin nadie le
ha enseñado a leer los vacíos, de ahí que no pueda leer la escritura.
Lectura como acto institucionalizado, enseñado, de manual de
escuela. “¿Y a la vez la lectura no implica la relación más íntima entre un
lector solitario y el libro que es su lectura?”*
Cuentan que Menéndez Pidal, para leer algunos manuscritos
medievales, debía echarles unos polvos químicos que le permitían ver parte del
texto y las ilustraciones durante unas décimas de segundo. Cuando la imagen se
borraba, le preguntaba a su asistente “¿qué has visto, qué has visto?” y éste
había visto lo que quería ver, claro.
Supongo que ahí está el asunto, mi asunto, que es manejarme entre lo más estipulado, andamiado, de
lo que leo y mi relación íntima, visceral, con lo que leo. En ese juego es donde debo aprender a leerme, sin poner más letras de las que tocan, ni pasando
las páginas a quemarropa. Toni, por ejemplo, puede reflexionar corriendo o leer a modo de gol un cuento. No sé si él se da cuenta, pero después de cada cena aprendo
a leer más lentamente.
* CHARTIER, Roger, Pratiques
de lecture, 1985.