miércoles, 24 de septiembre de 2008

Literatura de lucha


El azufaifo es un tipo de árbol de la China que llama la atención por su grandeza, su historia (pueden llegar a vivir unos 200 años), su flor, su fruta (la azufaifa, parecida a una cereza) y, sobre todo, su majestuosidad.

Mayo de 2007: En la calle Arimón nº 7 había un precioso azufaifo, un ginjoler de más de 120 años de edad que un terrible día se vio amenazo de ser barrido por encontrarse en un lugar privado destinado a la construcción de un bloque para vivienda. El azufaifo, manifiesta Isabel Núñez sin pelos en la lengua, se estaba viendo amenazado por la horrenda política urbanística de la ciudad de Barcelona, la botiga més gran del món.

Fue entonces cuando Núñez, con el apoyo del vecindario y de eminentes personas en el campo de la cultura, en el de la arquitectura y en el de la botánica (Isabel Lacruz, Enrique Vila-Matas -que prologa el libro-, Enric Casasses, Oriol Bohigas...), emprendió una batalla que todavía dura contra el Ayuntamiento. Al principio la ignorancia fue absoluta. Pero poco a poco se fue demostrando la importancia vital del azufaifo (tanto para la atmósfera como para las personas y la ciudad). Ya no quedan lugares para respirar, no sólo en Barcelona, sino en Cataluña y toda España. La excusa de la construcción de zonas verdes sirve para enmascarar una situación en la que los espacios históricos son arrancados para construir horribles centros comerciales, y en la que los árboles con vida, memoria y belleza son aplastados para levantar horribles casas grises de cemento y vacías de cualquier sentido estético.

Mayo de 2008: Isabel Núñez decidió pasar al papel la historia del azufaifo, que hasta mediados de este año había ido recogiendo en un blog (http://polis-zbelnu.blogspot.com/). Finalmente, el azufaifo no ha sido ni arrancado ni trasplantado, y el Ayuntamiento ha pactado una permuta con el propietario (que ha salido ganando). Pero de momento la plaza del azufaifo que piden los vecinos de la calle Arimón -una plaza amplia, con bancos y una fuente, sin cemento, en la que el ginjoler sea centro y protagonista- es un lugar que no existe en Barcelona.

La plaza del azufaifo es la historia de una lucha, individual y de comunidad. Pero también es una crítica fundamentada y bien dirigida a las políticas urbanas y sociales de este país, que se está ahogando en el más inmenso suicidio colectivo, y sobre todo, de Barcelona, que en salvo cuatro atracciones o conciertos para turistas, el bienestar de sus habitantes parece tocar fin. Hace unos días se hizo público que Tous se queda con la antigua Joyería Roca, el edificio que proyectó Josep Lluís Sert, discípulo de Le Corbusier. Otra nota más de que Barcelona nunca ha cuidado ni a sus edificios ni a sus habitantes.

Dentro de esta demanda colectiva, al lado de la inclusión de artículos de Vila-Matas o Lluís Maria Todó, aparece la voz de Isabel Núñez, que escribe desde un espacio para la autobiografía y la intimidad conjugado con una serie cultivada de referencias literarias en el que se alza como dríade del azufaifo -en la mitología griega, las dríades son las ninfas protectoras de los árboles-, el ginjoler símbolo y esperanza de la salvación de una ciudad más humana. ¿Se podrá volver a pasear por la Barcelona que cantaba Quico Pi de la Serra? Es muy posible que no. Pero la aparición de libros como éste o los artículos de Vila-Matas recientemente reunidos en su Dietario voluble, o la publicación de Poética del Café, de Antoni Martí Monterde, en los que se critica la insoportable violencia de la vida cotidiana de esta ciudad, son hechos que demuestran cómo todavía hay espacios vírgenes, dedicados para la lucha y preservación de la belleza. Me vienen a la cabeza el capitán Ahab, Gregorio Fuentes -el marinero de El viejo y el mar- y el Marlow de Conrad. Y es que, ¿qué es la literatura, si no la historia de una lucha?


1 comentario:

  1. Gracias. Me he reido un rato con tu post. Yo hace tiempo que quiero ver the swimmer. Espero que lo pasarais bien en la Fonográfica. Nos vemos por ahi, niña!

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