Antes de volar hacia Moscú, me pasé un día entero apuntando
posibles visitas a edificios constructivistas de las afueras de la ciudad en un
cuaderno que me olvidé. A la vuelta, me dejé también las notas del viaje. Lo
que me hace pensar que, en Rusia, ni entra ni sale nada de forma horizontal.
Quizá, por ello, hasta la Perestroika circulaban unos pequeños libritos –de
esos de miniatura que venden a domicilio o por entregas– pero con obras
literarias prohibidas tanto en Europa como en la URSS, cuya medida era ideal
para esconderla bajo el brazo. Imaginaros a todo Dostoyevski en una medida tal
que así:
Pero, de veras, fue así como Soljenitsin y tantos otros
salieron de Rusia para ser publicados en Europa, y fue así también como entró
el capitalismo en la URSS:
Se puede fumar dentro.
De entre algunos de los edificios curiosos que visitamos,
como la casa de Melnikov o el pabellón de los Cosmonautas en la feria panrusa,
me quedo con el conjunto Narkomfin, primer modelo de vivienda comunitaria, la
gran inspiración de Le Corbusier, hoy en día abandonado y con la embajada de
los Estados Unidos justo delante, tapándole la vista.
El conjunto Narkomfin, al igual que la Unión de escritores
rusos, queda hoy invisible. Pero hay otras casas que visitar, sobre todo de
escritores (siempre del XIX: Gorki, Bulgakov, Tolstoi), en las que se notaba
que la vajilla de decoración la habían comprado el día de antes en los mercados
de los metros.
El metro de Moscú. Es lo primero que ves cuando aterrizas, y
asusta cosa grande, sobre todo cuando una se imagina lo que va a ver al salir a
la superficie. Debajo: todo oro y mármol. Arriba, todo negro y rojo. El
infierno. Cuando no se ha estado nunca en un metro tan bestia, es fácil pensar
que arriba te vas a encontrar la metropol más puntera del planeta. Y en cierta
manera así es. Pero metropol y conservadurismo no son contrarios. En 1968, año
utópico o fin de la utopía, cuando toda la gente salía a la calle a lo largo
del planeta, en Moscú, que por aquel entonces debería contar con unos 8 o 9
millones de habitantes (hoy en día, 12), salieron a la Plaza Roja tan sólo 6
personas. Ésa es la tradición: todos los rusos unidos pero separados, sin
ninguna conciencia colectiva que no venga dictada desde los despachos. Ni se
miran, ni se sonríen, y diría que hasta ni se enamoran. Así que luego sucede lo
que sucede.
Pussy riots delante de la catedral de Cristo Salvador
Fue en la Catedral de Cristo Salvador donde el 21 de febrero
de 2012 las Pussy Riot realizaron su performance. La catedral, verdadero icono
de la capital, tiene historia larga. Construida en el siglo XVI, cuatro siglos
más tarde Stalin mandó derrocarla para poder edificar allí una escultura enorme
de Lenin, pero enormísima, superior a cualquier rascacielos de NY. El reto era
realmente serio porque justamente allí, como se ve en la foto, el suelo no es
fácilmente construible. Stalin quería poner a Lenin encima de un pantano para
enseñarle al planeta la grandeza de la URSS. La escultura debía medir lo
siguiente, según Kapuscinski en El imperio:
- la altura del palacio, junto con la estatua de Lenin: 415 metros (unos 150 pisos);
- la altura del palacio, junto con la estatua de Lenin: 415 metros (unos 150 pisos);
-
- el peso del palacio: 1,5 millones de toneladas;
- - la capacidad del palacio: 7 millones de metros cúbicos, lo que equivale a la
capacidad total de los seis rascacielos más grandes, en aquella época, de Nueva
York;
Ahora Lenin:
- - la longitud del dedo índice de Vladimir Ilich: 6 metros;
-
- la longitud del pie: 14 metros;
-
- la anchura de los hombros: 32 metros;
-
- el peso del monumento: 6000 toneladas.
Por suerte o por desgracia, el proyecto de la estatua de
Lenin no se llevó a cabo porque llegó la 2ª guerra mundial y todo el mundo a
correr. Pero lo que sí consiguió Stalin fue derrocar la catedral de Cristo
Salvador, que no era poca cosa. Le costó años, porque cada uno de los muros
tenía un grosor de más de 6 metros (como el dedo índice de Lenin). Después de
medio siglo sin nada encima del pantano, durante los noventa volvieron a
reconstruirla. Y desde entonces hasta ahora, cuatro turistas y las Pussy Riot.
Las esculturas que sí que vimos fueron las pocas abandonadas
por el régimen comunista, en un parque que se encuentra al lado de la galería
Tretiakov.
Cabeza suspendida de Lenin
Esculturas suspendidas de Rodchenko.
Otro parque: el del Patriarca, lugar donde arranca el
Maestro y Margarita de Bulgakov, y en el que a Berlioz un tranvía lo atropella
enviándole la cabeza por los aires:
Justo detrás, se ve una de las Siete Hermanas de Stalin.
Mamotretos inmensos, que son lo más cercano a El castillo de Kafka, llenos de
ventanas que dan a pasadizos llenos de oficinas en las que no se puede entrar y
que, a día de hoy, tampoco visitar. En todos ellos, arriba del todo aparece una
pequeña luz roja, como si el ojo del demonio estuviera allí, vigilando que
nadie se despierte.
Otra de las Hermanas Stalin. Miedo.
Lo rojo es algo parecido a estos 4 puntos que me encontraba
cada noche al entrar en el recibidor de casa de Ferran, en la 5ª planta de un
edificio situado en la avenida Prospekt Mira:
Típico interior ruso.
Alrededor de Lenin suele haber circuitos de cars para niños.
Y cuanto más intento recordar mis notas más contradicciones
me aparecen. Como el dormir el 1 de noviembre en Moscú con la ventana abierta y
en tirantes, o que no ya no seas una borracha por el mero hecho de haberte
comido tan sólo una oliva mientras te bebes una botella entera vodka (si no lo
haces, piensan tremendamente mal). Porque, tal y como se pregunta Chris Marker
en Lettres dès la Sibérie, ¿cómo se puede hablar de la objetividad? De
Rusia se ha dicho mucho y todo cierto y todo falso, porque ella se presta a que
se diga de todo, con la condición de no soltar prenda.
Entre tanta horizontalidad, con la vista puesta en ese desierto blanco e
infinito que debe imaginarse desde Lena, los rusos decidieron que si tenían que
contar algo al mundo se lo contarían al cielo. Así que se pusieron a mirar para
arriba, y ya dejaron de hablarse entre ellos.
Para ellos, Europa es enana, así que como nunca les ha
interesado se fueron al espacio. Es como si tiramos una pelota para arriba. Nadie ha dicho
todavía que, si la tiramos con mucha fuerza, no pueda cruzar la estratosfera.
Pongamos que la cruza y entra en el vacío. Por mucho que quiera cambiar de
posición o de velocidad, va a continuar con la misma trayectoria y al mismo
ritmo. Sólo la envuelve el vacío, y el vacío no se puede tocar. Tampoco hace ni
frío ni calor.
Lanzamiento Sputnik I (1957)
Llegará un momento en que la pelota encontrará la calma, su
calma. Y aceptará su individualidad, hasta que se apague, como una estrella.
Y siempre mirando hacia arriba.
Quizá, la imagen que me cuentamejor qué
significa Rusia sea la del abedul. Cuando le da un poco el sol, sus hojas
parecen plata, o metal, o la carcasa del Sputnik. Ante la falta de papel,
durante mucho tiempo los rusos utilizaron su corteza para escribir. Ahí, en esa
corteza, está Rusia. Entre la tierra y el espacio. Entre la Edad Media y el
siglo XXI. Entre vosotros y yo.
Marina, Clara y Ferran hacia el espacio